viernes, 14 de agosto de 2009

Epidemias


Por Dr. Ramiro Salazar, Médico Homeópata- Diario La Capital 13-08-09

Todas las especies animales y vegetales poseen enfermedades que les son propias. Circulan en ellas como si fueran su nicho ecológico natural y excepcionalmente pueden pasar de una especie a otra. Por ejemplo, la viruela de los monos en Africa puede transmitirse al hombre y eventualmente de persona a persona, lo cual explica el porqué de la vigilancia epidemiológica de esa enfermedad. El hantavirus se transmite entre roedores y de ellos a las personas, pero no se ha reportado su contagio a perros, gatos, aves o ballenas, o al menos no se ha investigado. El bicho taladro de la madera no ataca al ser humano, tampoco la roya de la soja.

Esto es lo que la naturaleza del planeta ofrece como posibilidad de vida. Las enfermedades que antes eran selváticas y ocupaban un nicho ecológico con unas especies biológicas determinadas ahora no encuentran su nicho y buscan otros espacios de vida y a otras especies para desarrollarse. La humana, preferentemente.

Las enfermedades siempre han tenido una preferencia dentro de determinada especie biológica, diría Darwin, y siempre existió una barrera biológica de especie. Pero si se imponen reglas y comportamientos contrapuestos a las leyes de la naturaleza se observa que estas enfermedades rompen o saltan esas barreras de especie y pasan a otras con carácter epidémico, como la enfermedad de la vaca loca, la gripe aviar o la porcina, por citar algunas conocidas.

Eso obedece a que se le dio de comer vaca a las vacas, al alimentárselas con harina de hueso de vaca en los feed-lots. Allí las vacas comen y hacen sus necesidades en un pequeño espacio, y las inhalaciones del vapor de orina les producen una inmunodepresión por la urea de esas emanaciones. ¿Será necesario un informe científico, una nueva epidemia y un movimiento de protesta para impedir esta forma contranatura de tratar a los animales?

El hombre le impuso el canibalismo a esos animales herbívoros y sufre las consecuencias de ello.

En la ciudad. Al hablar del dengue como una enfermedad que se transmite al hombre con la picadura de mosquitos aedes, habría que preguntarse cómo es que a esos mosquitos se les dio por ir a vivir a las ciudades, en medio de tanto humo de los autos, sin vegetación y con el estrés de la agitación urbana. Podría decirse que los mosquitos preferirían las selvas que alguna vez tuvieron, pero no les quedó otra que ir a vivir a la incómoda ciudad. Es que ya no quedan bosques y en el campo sólo hay suelo para la maquinaria pesada de la agricultura sojera. Por otra parte, los grandes centros urbanos son vulnerables a las epidemias y desastres naturales, ya que la ciudad tiene grandes dificultades para ordenar su espacio y modo de vida.

Las nuevas epidemias están fuera del alcance de la "artillería" de la medicina ortodoxa. Vienen saltando corrales y venciendo barreras de aniquilamiento y por eso son epidemias: de nada sirven los antibióticos, antivirales y antipriones o las tan eficaces vacunas. Para estas nuevas epidemias no sirven las artillerías y si sirvieran, pronto aparecerían cambios y mutaciones de los otros seres vivos que lograrían saltar las barreras.

Hay que comprender que el mundo que vivimos está atravesado de múltiples intenciones mas allá de la humana y productiva. Los hongos, bacterias, virus y priones, junto a los mosquitos, roedores, vacas, aves, cerdos y otros seres vivos, que están tan acorralados, están pensando con toda su existencia como recuperar la libertad que alguna vez tuvieron.

Naturalmente. En las epidemias actuales tienen mucho por decir y aportar la medicina natural: la acupuntura, homeopatía, terapia neural, ayurveda y otras tantas formas de entender la vida en el planeta y atender la salud humana, animal y vegetal que la administración de salud pública desconoce y desestima. Pero que al menos debería escuchar.

Los procesos de vida no siguen el comportamiento deseado por la clase dirigente. Pero si los mosquitos, virus, cerdos, bacterias, aves y parásitos y otros tantos seres vivos supieran leer estarían muy preocupados por los anuncios que siempre hablan de eliminación, erradicación, fumigación entre otras tantas acciones se anuncian para el sector "salud".

La mansa naturaleza que siempre generosa ofrece sus frutos a pesar de los malos tratos sigue porfiada con su plan divino. Todos los días las plantas y animales cumplen su programa prometido mientras las cosechadoras y la cinta de producción recoge “el producto”.

Si ayudaramos un poco a la naturaleza, y a la naturaleza de nuestro cuerpo _o si al menos no lo castigáramos tanto con tóxicos y otras formas de maltrato_ ya no necesitaríamos de tanta “alta complejidad” y “terapias intensivas”.

Lejos de la munición. Las epidemias actuales están lejos del alcance de la artilleria de la medicina convencional. No se trata de fortalecer las armas de la medicina ortodoxa, no se trata de hacer más fuertes a los antibióticos, antivirales y antihongos e insecticidas. Se trata de fortalecer las mecanismos de defensa natural de organismo. Es lo que nos está señalando el camino y deberíamos parar esta carrera armamentista en el campo de la biología, porque los resultados están a la vista.

Así como se puede vivir en medio de una guerra eterna, también se puede vivir en medio de epidemias y de tóxicos. Son las ganas de vivir lo que cuenta, eso es lo más fuerte de todo. Al homosapiens le sigue el homotoxicón. Como al bosque el desierto.